La hepatitis B es una infección vírica del hígado que puede dar lugar tanto a un cuadro agudo como a una enfermedad crónica.
Entre las complicaciones a largo plazo de las infecciones por el VHB, la cirrosis y el carcinoma hepatocelular son causa de una gran carga de morbilidad. El cáncer de hígado avanza rápidamente y, puesto que las opciones de tratamiento son reducidas, el desenlace es por lo general descorazonador.
En 2015, la hepatitis B ocasionó 887 000 muertes, la gran mayoría debido a sus complicaciones (incluida la cirrosis y el carcinoma hepatocelular).
El virus se transmite por contacto con la sangre u otros líquidos corporales de una persona infectada.
Se estima que hay 257 millones de personas con infección crónica por el virus de la hepatitis B (definidas como positivas al antígeno superficial del virus de la hepatitis B).
La infección crónica por el virus de la hepatitis B puede tratarse con medicamentos, en particular agentes antivirales orales. El tratamiento puede ralentizar el avance de la cirrosis, reducir la incidencia de cáncer de hígado y mejorar la supervivencia a largo plazo.
La hepatitis B representa un importante riesgo laboral para los profesionales sanitarios.
Las prácticas para la seguridad de las inyecciones, al eliminar inyecciones innecesarias e inseguras, pueden ser eficaces para proteger contra la transmisión del virus de la hepatitis B. Las inyecciones realizadas en condiciones no seguras han disminuido del 39% en 2000 al 5% en 2010. Asimismo, adoptar prácticas sexuales más seguras, por ejemplo reducir al mínimo el número de parejas sexuales y utilizar medidas de protección (preservativos), protege contra la transmisión.
La hepatitis B es prevenible con la vacuna actualmente disponible, que es segura y eficaz. La vacuna tiene un excelente historial de seguridad y eficacia. Desde 1982 se han administrado más de mil millones de dosis en todo el mundo. En muchos países en los que entre un 8% y un 15% de los niños solían infectarse de forma crónica con el virus de la hepatitis B, la vacunación ha reducido esa tasa a menos del 1% entre los niños vacunados.